marzo 24, 2015

PROCESO PERCEPTIVO DE LA ACCIÓN BOMBERIL



El ser humano posee un complejo sistema de receptores sensoriales que le permite captar tanto los estímulos ambientales como los provenientes del interior de su organismo. Estos receptores son terminaciones nerviosas especializadas en mayor o menor grado, ubicadas en los ojos, nariz, oído, lengua, piel y en los órganos internos, que proporcionan al individuo la capacidad de obtener y procesar las impresiones nerviosas emanadas de esos receptores.

Guyton (1971), manifiesta que la experiencia sensorial emanada de los órganos sensoriorreceptores visuales, olfativos, gustativos, auditivos y táctiles, pueden causar una acción inmediata o posterior, ayudando a determinar las reacciones corporales ante hechos presentes y futuros. Podemos decir que las personas evalúan, interpretan y comprenden la “realidad externa e interna” mediante la interpretación de éstas señales que emergen de los diferentes receptores sensoriales repartidos a través de todo su cuerpo. 

En otras palabras, el influjo nervioso, proveniente de las sensaciones captadas por los sensoriorreceptores, dará nacimiento a las percepciones, que consisten en una “toma de conciencia” de los sucesos exteriores e interiores a la persona”. Lee (1983, cit. por Puy, 2002), expresa que la percepción es el proceso de dotar de significado a la sensación.

Y como dice Husserl (1986), “la conciencia está ligada al mundo” (p. 31). A la par, este mundo no es un mundo puro, sino que es obtenido mediante la confluencia de “mi experiencia con la de los otros”, de mi subjetividad con la subjetividad de los otros; y, “…la subjetividad es inseparable de la intersubjetividad, que constituye una unidad al traspasar mis experiencias pasadas con las presentes, la experiencia de los otros en las propias…” (Merleau-Ponty, 1971, cit. en Rusque, 2001: 27). 

Estas experiencias son moldeadas, conformadas e interpretadas a partir de la mediación de patrones culturales, ideológicas, sociales e históricas que orientan la manera como los grupos significan y se apropian del entorno. Es decir, es un proceso social construido por la interrelación de lo captado y los significados que realizamos sobre las cosas que percibimos.

Vargas (1994), señala que la percepción es biocultural; por un lado, depende de las sensaciones que se tienen ante los estímulos externos o internos del cuerpo humano y, por otro lado, de la selección, organización, interpretación y comprensión que se elabora de dichos estímulos y sensaciones en función de la supervivencia y la convivencia social. 

Es una interrelación dialéctica de captación/significación que incide y media en las vivencias, en las interpretaciones, en los comportamientos, en la interacción con los otros, en la comprensión de las cosas, y que a su vez tienen un  impacto en el ser que percibe.

Blumer (1982), señala que el comportamiento de este ser, con respecto a lo que percibe, no es una respuesta motivada por tal presencia, sino una acción que surge como resultado de la interpretación realizada. “…la acción por parte del ser humano consiste en una consideración general de las diversas cosas que percibe y en la elaboración de una línea de conducta basada en el modo de interpretar los datos recibidos…” (p.12)

Comprendemos la percepción como un proceso relacionado a la situación histórico-social, dependiente de las circunstancias cambiantes y de la adquisición de experiencias novedosas que incorporen otros elementos al proceso perceptual previo, modificándolo y adecuándolo a las nuevas condiciones. A decir de Merleau-Ponty (1975, cit en Vargas, 1994), la percepción es una constante construcción de significados en el espacio y en el tiempo.

A través de la vivencia cotidiana, la percepción de los objetos o circunstancias del medio adquieren significados mediante referentes que se elaboran desde sistemas culturales e ideológicos específicos construidos y reconstruidos por el grupo social, quienes dan significado y valores a las sensaciones, construyendo de esta forma la visión de la realidad, al tiempo que conforman las evidencias sobre el mundo, lo que les “capacita” para interactuar adecuadamente con los otros según las condiciones percibidas del medio social donde se esté.

Carabaña y Lamo (1978), plantea que “el mundo es constituido por la percepción y por la acción del individuo… la acción la construye el actor a partir de lo que percibe…” (p. 160).

Las personas, en la mayoría de las situaciones, según Blumer  (1982), cuentan de antemano con un profundo conocimiento del modo cómo han de actuar. Comparten significados comunes y preestablecidos de lo que se espera de cada uno y orientan sus acciones de acuerdo con esos significados.

Con la interacción social surgen constantemente nuevas realidades ante las cuales los individuos tienen que re-elaborar tanto los significados como sus líneas de acción, adaptándolas al contexto de relación entre los actores y esta nueva situación. Este proceso de resignificación implica considerar las vivencias propias y ajenas. Por ello, tanto el significado como la interpretación surgida en la interacción, posibilitan llevar a cabo un proceso dialógico con el mundo de la vida cotidiana.

Blumer (1982), refiere que en la vida de un grupo humano, la significación es un proceso a través del cual los objetos (físicos, sociales, abstractos), van creándose, afirmándose, transformándose y desechándose. “La vida y los actos de los individuos van modificándose forzosamente a tenor de los cambios que acaecen en su mundo de objetos” (p. 14). En este intercambio se negocia entre los actores, las características constitutivas que tendrá la realidad para el grupo. 

Esta realidad no es fija, ni estática, para el individuo o la comunidad, sino que es cambiante, dinámica, redefinida en cada momento y adquiere coherencia a partir de las prácticas socialmente organizadas, las cuales ponen orden a nuestra experiencia. 

Constantemente estamos significando nuestra realidad, la experimentamos y la hacemos manifiesta a través de estas significaciones, que son el punto de referencia desde el cual se organizan socialmente los elementos del entorno; al mismo tiempo que ofrecen el marco de referencia sobre el que se orientan las percepciones, las cuales afectan a las personas, sus vivencias, los comportamientos, lo afectivo-emocional, las interpretaciones y comprensión que se hacen de las cosas; influyendo en las interacciones y llevando a los individuos a actuar en función de lo significado, de lo percibido: “…el significado determina el modo en que una persona ve el objeto, la manera en que está dispuesta a actuar con respecto al mismo…” (Blumer, 1982:8).

En la interacción con las emergencias, los bomberos las resignifican, adaptando sus líneas de acción de acuerdo a estas re-elaboraciones y al contexto de relación entre los actores y las nuevas situaciones.

Al no ser todas las emergencias iguales, ni en magnitud ni en tipo, el bombero va modificando su comportamiento de acuerdo con las nuevas significaciones que va construyendo, de modo tal, de disminuir el impacto psicológico que podría recibir de estos eventos, logrando mantener la serenidad y poder ser eficientes en su labor. Si los bomberos no resignificaran constantemente las emergencias que ellos atienden, no podrían soportar el estar expuestos constantemente a situaciones muy dolorosas y traumáticas. 

Tal como “La Tragedia”, que fue un evento de considerable magnitud, un desastre que impacto a toda la sociedad venezolana. Varias comunidades de ese estado fueron afectadas seriamente, dejando miles de damnificados y muertos, destrucción masiva de barrios y urbanizaciones, de parte de la infraestructura y vialidad; y la desintegración o desaparición de las redes de apoyo familiares, laborales y comunitarias. y afectó de una u otra manera a los bomberos, ya que estos jamás habían tenido ninguna experiencia en una catástrofe de este tipo ni de las dimensiones en daños que ocasionó el deslave del estado Vargas.

Antes de este desastre, los únicos eventos adversos de grandes proporciones ocurridos en el área de intervención de los Bomberos de Caracas han sido La tragedia de Tacoa, en diciembre de 1982, en donde una planta termoeléctrica se incendió, ocasionando cuantiosos, heridos, desaparecidos y muertos en las comunidades aledañas, entre ellos 60 bomberos, 42 pertenecientes al Cuerpo de Bomberos del Distrito Federal.

 El otro evento fue El Sacudón, en febrero de 1989, en el cual una ola de protestas por el aumento del pasaje terminó en un estallido social, de aproximadamente tres días de saqueos e incendios en 500 inmuebles de la ciudad capital, con miles de heridos y muertos.

Aunque en el incendio de Tacoa murieron un grupo de bomberos, y que esto los impactó fuertemente, en la actualidad, muy poco se habla de este desastre en el Cuerpo de Bomberos de Caracas; tal vez debido a que el número de bomberos que participó en la atención de ese evento y que todavía permanece activo como bomberos es pequeño.

En cuanto a los saqueos ocurridos en febrero de 1989, conocido como El Sacudón, la magnitud de los daños en comparación a La Tragedia de Vargas, fue bastante menor y para los bomberos la atención de emergencias no fue traumática, como si lo fue en el caso del incendio de Tacoa y del deslave de Vargas.

 Tal vez el hecho de que en ambos desastres los bomberos estuvieron expuestos a situaciones bastantes traumáticas, a pérdidas personales, lesiones, errores en la misión, necesidad de dar respuesta a diversas situaciones difíciles en un corto espacio de tiempo, al nivel de involucramiento como víctimas directas, causó una mayor afectación en los bomberos.

 En el deslave de Vargas, los bomberos tuvieron que reorientar sus conductas debido a la magnitud de este evento, lo impactante y dramático de las cosas que se suscitaron a raíz de los destrozos que causó el rio de piedras y lodo. Fue un momento de “prueba”, tanto de sus habilidades como profesionales de atención de emergencias como el de sus competencias para controlar sus emociones y mantener la serenidad.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
Blumer, Herbert (1982). El Interaccionismo Simbólico. Madrid. Editorial Hora

Carabaña Julio y Lamo Emilio (1978), La Teoría Social del Interaccionismo Simbólico: Análisis y valoración crítica. Centro de Investigaciones Sociológicas. Recuperado el 25 de febrero de 2010, de: http://books.google.co.ve/

Guyton, Arthur (1971). Basic human physiology: normal function and mechanisms of disease. Philadelphia, United States of America. W. B. Saunders Company.

Husserl, Edmund (1986). Ideas relativas a una fenomenología pura  una filosofía fenomenológica. México. Fondo de Cultura Económica.

Puy Ana (2002), Percepción Social del Riesgo. Dimensiones de Evaluación y Predicción. Tesis doctoral no publicada, Universidad Complutense de Madrid. España. Recuperado el 31 de agosto del 2009 de: http://eprints.ucm.es/tesis/19911996/S/4/S4007501.pdf

Rusque, Ana (2001). De la Diversidad a la Unidad en la Investigación Cualitativa. Caracas. Editorial Vadell hermanos.

Vargas, Luz María (1994). Sobre el concepto de percepción. [Versión electrónica], Alteridades, 4 (8), 47-53. Recuperado  el  31 de agosto de 2009, de www.uam-antropologia.info/alteridades/alt8-4-vargas.pdf