El
ser humano posee un complejo sistema de receptores sensoriales que le permite
captar tanto los estímulos ambientales como los provenientes del interior de su
organismo. Estos receptores son terminaciones nerviosas especializadas en mayor
o menor grado, ubicadas en los ojos, nariz, oído, lengua, piel y en los órganos
internos, que proporcionan al individuo la capacidad de obtener y procesar las
impresiones nerviosas emanadas de esos receptores.
Guyton
(1971), manifiesta que la experiencia sensorial emanada de los órganos
sensoriorreceptores visuales, olfativos, gustativos, auditivos y táctiles,
pueden causar una acción inmediata o posterior, ayudando a determinar las
reacciones corporales ante hechos presentes y futuros. Podemos decir que las
personas evalúan, interpretan y comprenden la “realidad externa e interna”
mediante la interpretación de éstas señales que emergen de los diferentes
receptores sensoriales repartidos a través de todo su cuerpo.
En otras
palabras, el influjo nervioso, proveniente de las sensaciones captadas por los
sensoriorreceptores, dará nacimiento a las percepciones, que consisten en una
“toma de conciencia” de los sucesos exteriores e interiores a la persona”. Lee
(1983, cit. por Puy, 2002), expresa que la percepción es el proceso de dotar de
significado a la sensación.
Y
como dice Husserl (1986), “la conciencia está ligada al mundo” (p. 31). A la
par, este mundo no es un mundo puro, sino que es obtenido mediante la
confluencia de “mi experiencia con la de los otros”, de mi subjetividad con la
subjetividad de los otros; y, “…la subjetividad es inseparable de la
intersubjetividad, que constituye una unidad al traspasar mis experiencias
pasadas con las presentes, la experiencia de los otros en las propias…”
(Merleau-Ponty, 1971, cit. en Rusque, 2001: 27).
Estas experiencias son
moldeadas, conformadas e interpretadas a partir de la mediación de patrones
culturales, ideológicas, sociales e históricas que orientan la manera como los
grupos significan y se apropian del entorno. Es decir, es un proceso social
construido por la interrelación de lo captado y los significados que realizamos
sobre las cosas que percibimos.
Vargas
(1994), señala que la percepción es biocultural; por un lado, depende de las
sensaciones que se tienen ante los estímulos externos o internos del cuerpo
humano y, por otro lado, de la selección, organización, interpretación y
comprensión que se elabora de dichos estímulos y sensaciones en función de la
supervivencia y la convivencia social.
Es una interrelación dialéctica de
captación/significación que incide y media en las vivencias, en las
interpretaciones, en los comportamientos, en la interacción con los otros, en
la comprensión de las cosas, y que a su vez tienen un impacto en el ser que percibe.
Blumer
(1982), señala que el comportamiento de este ser, con respecto a lo que
percibe, no es una respuesta motivada por tal presencia, sino una acción que
surge como resultado de la interpretación realizada. “…la acción por parte del
ser humano consiste en una consideración general de las diversas cosas que
percibe y en la elaboración de una línea de conducta basada en el modo de
interpretar los datos recibidos…” (p.12)
Comprendemos
la percepción como un proceso relacionado a la situación histórico-social,
dependiente de las circunstancias cambiantes y de la adquisición de
experiencias novedosas que incorporen otros elementos al proceso perceptual
previo, modificándolo y adecuándolo a las nuevas condiciones. A decir de Merleau-Ponty
(1975, cit en Vargas, 1994), la percepción es una constante construcción de
significados en el espacio y en el tiempo.
A
través de la vivencia cotidiana, la percepción de los objetos o circunstancias del
medio adquieren significados mediante referentes que se elaboran desde sistemas
culturales e ideológicos específicos construidos y reconstruidos por el grupo
social, quienes dan significado y valores a las sensaciones, construyendo de
esta forma la visión de la realidad, al tiempo que conforman las evidencias
sobre el mundo, lo que les “capacita” para interactuar adecuadamente con los
otros según las condiciones percibidas del medio social donde se esté.
Carabaña
y Lamo (1978), plantea que “el mundo es constituido por la percepción y por la
acción del individuo… la acción la construye el actor a partir de lo que
percibe…” (p. 160).
Las
personas, en la mayoría de las situaciones, según Blumer (1982), cuentan de antemano con un profundo
conocimiento del modo cómo han de actuar. Comparten significados comunes y
preestablecidos de lo que se espera de cada uno y orientan sus acciones de
acuerdo con esos significados.
Con
la interacción social surgen constantemente nuevas realidades ante las cuales
los individuos tienen que re-elaborar tanto los significados como sus líneas de
acción, adaptándolas al contexto de relación entre los actores y esta nueva
situación. Este proceso de resignificación implica considerar las vivencias
propias y ajenas. Por ello, tanto el significado como la interpretación surgida
en la interacción, posibilitan llevar a cabo un proceso dialógico con el mundo
de la vida cotidiana.
Blumer
(1982), refiere que en la vida de un grupo humano, la significación es un
proceso a través del cual los objetos (físicos, sociales, abstractos), van
creándose, afirmándose, transformándose y desechándose. “La vida y los actos de
los individuos van modificándose forzosamente a tenor de los cambios que
acaecen en su mundo de objetos” (p. 14). En este intercambio se negocia entre
los actores, las características constitutivas que tendrá la realidad para el
grupo.
Esta realidad no es fija, ni estática, para el individuo o la comunidad,
sino que es cambiante, dinámica, redefinida en cada momento y adquiere
coherencia a partir de las prácticas socialmente organizadas, las cuales ponen
orden a nuestra experiencia.
Constantemente estamos significando nuestra
realidad, la experimentamos y la hacemos manifiesta a través de estas
significaciones, que son el punto de referencia desde el cual se organizan socialmente
los elementos del entorno; al mismo tiempo que ofrecen el marco de referencia
sobre el que se orientan las percepciones, las cuales afectan a las personas,
sus vivencias, los comportamientos, lo afectivo-emocional, las interpretaciones
y comprensión que se hacen de las cosas; influyendo en las interacciones y
llevando a los individuos a actuar en función de lo significado, de lo
percibido: “…el significado determina el modo en que una persona ve el objeto,
la manera en que está dispuesta a actuar con respecto al mismo…” (Blumer,
1982:8).
En
la interacción con las emergencias, los bomberos las resignifican, adaptando
sus líneas de acción de acuerdo a estas re-elaboraciones y al contexto de
relación entre los actores y las nuevas situaciones.
Al
no ser todas las emergencias iguales, ni en magnitud ni en tipo, el bombero va
modificando su comportamiento de acuerdo con las nuevas significaciones que va
construyendo, de modo tal, de disminuir el impacto psicológico que podría
recibir de estos eventos, logrando mantener la serenidad y poder ser eficientes
en su labor. Si los bomberos no resignificaran constantemente las emergencias
que ellos atienden, no podrían soportar el estar expuestos constantemente a
situaciones muy dolorosas y traumáticas.
Tal como “La Tragedia”, que fue un
evento de considerable magnitud, un desastre que impacto a toda la sociedad
venezolana. Varias comunidades de ese estado fueron afectadas seriamente,
dejando miles de damnificados y muertos, destrucción masiva de barrios y
urbanizaciones, de parte de la infraestructura y vialidad; y la desintegración
o desaparición de las redes de apoyo familiares, laborales y comunitarias. y
afectó de una u otra manera a los bomberos, ya que estos jamás habían tenido
ninguna experiencia en una catástrofe de este tipo ni de las dimensiones en
daños que ocasionó el deslave del estado Vargas.
Antes
de este desastre, los únicos eventos adversos de grandes proporciones ocurridos
en el área de intervención de los Bomberos de Caracas han sido La tragedia de
Tacoa, en diciembre de 1982, en donde una planta termoeléctrica se incendió,
ocasionando cuantiosos, heridos, desaparecidos y muertos en las comunidades
aledañas, entre ellos 60 bomberos, 42 pertenecientes al Cuerpo de Bomberos del
Distrito Federal.
El otro evento fue El Sacudón, en febrero de 1989, en el cual
una ola de protestas por el aumento del pasaje terminó en un estallido social,
de aproximadamente tres días de saqueos e incendios en 500 inmuebles de la
ciudad capital, con miles de heridos y muertos.
Aunque
en el incendio de Tacoa murieron un grupo de bomberos, y que esto los impactó
fuertemente, en la actualidad, muy poco se habla de este desastre en el Cuerpo
de Bomberos de Caracas; tal vez debido a que el número de bomberos que
participó en la atención de ese evento y que todavía permanece activo como
bomberos es pequeño.
En
cuanto a los saqueos ocurridos en febrero de 1989, conocido como El Sacudón, la
magnitud de los daños en comparación a La Tragedia de Vargas, fue bastante
menor y para los bomberos la atención de emergencias no fue traumática, como si
lo fue en el caso del incendio de Tacoa y del deslave de Vargas.
Tal vez el
hecho de que en ambos desastres los bomberos estuvieron expuestos a situaciones
bastantes traumáticas, a pérdidas personales, lesiones, errores en la misión,
necesidad de dar respuesta a diversas situaciones difíciles en un corto espacio
de tiempo, al nivel de involucramiento como víctimas directas, causó una mayor
afectación en los bomberos.
En el deslave de Vargas, los bomberos tuvieron
que reorientar sus conductas debido a la magnitud de este evento, lo impactante
y dramático de las cosas que se suscitaron a raíz de los destrozos que causó el
rio de piedras y lodo. Fue un momento de “prueba”, tanto de sus habilidades
como profesionales de atención de emergencias como el de sus competencias para
controlar sus emociones y mantener la serenidad.
REFERENCIAS
BIBLIOGRAFICAS
Blumer,
Herbert (1982). El Interaccionismo Simbólico. Madrid. Editorial Hora
Carabaña
Julio y Lamo Emilio (1978), La Teoría Social del Interaccionismo Simbólico:
Análisis y valoración crítica. Centro de Investigaciones Sociológicas.
Recuperado el 25 de febrero de 2010, de: http://books.google.co.ve/
Guyton,
Arthur (1971). Basic human physiology: normal function and mechanisms of
disease. Philadelphia, United States of America. W. B. Saunders Company.
Husserl,
Edmund (1986). Ideas relativas a una fenomenología pura una filosofía fenomenológica. México. Fondo
de Cultura Económica.
Puy
Ana (2002), Percepción Social del Riesgo. Dimensiones de Evaluación y
Predicción. Tesis doctoral no publicada, Universidad Complutense de Madrid.
España. Recuperado el 31 de agosto del 2009 de:
http://eprints.ucm.es/tesis/19911996/S/4/S4007501.pdf
Rusque,
Ana (2001). De la Diversidad a la Unidad en la Investigación Cualitativa.
Caracas. Editorial Vadell hermanos.
Vargas, Luz María
(1994). Sobre el concepto de percepción. [Versión electrónica], Alteridades, 4
(8), 47-53. Recuperado el 31 de agosto de 2009, de
www.uam-antropologia.info/alteridades/alt8-4-vargas.pdf