julio 22, 2008

La Definición del Estrés.

La Biología y la Medicina han incorporado el termino “estrés”, que en lenguaje técnico, tomado de la ingeniería, designa “una fuerza que deforma los cuerpos o provoca tensión“(Slipak, 1996). 

La Organización Mundial de la Salud lo define como el “conjunto de reacciones fisiológicas que preparan el organismo para la acción“. Esta respuesta, se traduce en una serie de cambios físicos, biológicos y hormonales, que previa evaluación o atribución consciente o inconsciente de los factores estresantes, permite responder adecuadamente a las demandas externas. 

De esta manera, las respuestas del organismo se realizan en el plano biológico, físico y psicológico a través del complejo sistema psiconeuroendocrinológico (O.M.S., c. p., Rodríguez, 1995). 

 Serrano-García y Bravo (1992), plantean que el concepto de estrés ha sido definido de múltiples maneras que pueden ser clasificadas en tres categorías:
 1.- Definiciones que se enfocan en la respuesta, las cuales postulan que el modo en el que el organismo maneja los estímulos, es decir, las defensas que moviliza y las reacciones que evoca, constituyen la verdadera naturaleza del estrés. Los estímulos que evocan la reacción son llamados estresores.
 2.- Las definiciones que se centran en el estímulo conciben al estrés como un estímulo que produce una turbulencia o reacción de cambio en la persona. Se basan en el supuesto de que el elemento que esencialmente determina el grado de estrés es su impacto disruptivo, es decir, el grado de cambio que involucra en el individuo. Se asume que ciertas situaciones son normativamente estresoras, sin tomar en cuenta las diferencias individuales ni culturales presentes en la evaluación de los sucesos de la vida. Cuando se considera el estrés producto de los estímulos se centra la atención en los acontecimientos del entorno, tales como desastres naturales, condiciones nocivas para el organismo, enfermedades o despido laboral. 
 3.- Definiciones relacionales, que conciben el estrés como un producto de la relación entre la persona y su ambiente. Para que se genere estrés la persona evaluará su ambiente como demasiado demandante o entenderá que excede sus recursos y amenaza su bienestar. Los eventos estresantes están determinados tanto por el ambiente como por las características de la persona. 

 Según Hans Selye (1975), quien postuló una teoría basada en el estímulo, el estrés es la respuesta no específica del organismo a toda demanda que se le haga. Para este autor, el estrés se caracterizaría por ser la fuerza o el estímulo que actúa sobre el individuo y que da lugar a una respuesta, la respuesta fisiológica y psicológica del individuo ante un estresor ambiental.

El estrés pasa por tres fases, las cuales llama el Síndrome General de Adaptación (SGA): 

 a.- Reacción de alarma: el organismo ante una situación amenazante se altera fisiológicamente por la activación de una serie de glándulas (hipotálamo, hipófisis y las glándulas suprarrenales). El cerebro, al detectar la amenaza o riesgo, estimula al hipotálamo, quien produce factores liberadores, que constituyen sustancias que actúan como mensajeros para zonas específicas del cuerpo. Una de éstas sustancias es la hormona adenocorticotrofina (ACTH), que funciona como un mensajero fisiológico que viaja por el torrente sanguíneo hasta la corteza de la glándula suprarrenal, quien bajo el influjo de ese mensaje produce la cortisona u otras hormonas llamadas corticoides. A su vez otro mensaje que viaja por la vía nerviosa, desde el hipotálamo hasta la médula suprarrenal, activa la secreción de adrenalina, responsable del estado de máxima alerta de todo nuestro organismo. Como consecuencia de este estado de alarma, aumenta la frecuencia cardiaca, respiratoria, la tensión arterial y la muscular, la liberación de factores coagulantes de la sangre, la redistribución de la sangre en el cerebro, en los músculos y la disminución del ritmo digestivo.

b.- Estado de resistencia: cuando el individuo es sometido en forma prolongada a la amenaza de agentes lesivos físicos, químicos, biológicos o sociales, el organismo, si bien prosigue su adaptación a dichas demandas de manera progresiva, puede ocurrir que disminuyan sus capacidades de respuesta debido a la fatiga que se produce en las glándulas del estrés. Durante esta fase suele ocurrir un equilibrio dinámico u homeostasis entre el medio ambiente interno y externo del individuo. Así, si el organismo tiene la capacidad para resistir mucho tiempo, no hay problema alguno, en caso contrario, avanzará a la siguiente fase.

 c.- Fase de agotamiento: la disminución progresiva del organismo frente a una situación de estrés prolongado conduce a un estado de gran deterioro con pérdida importante de las capacidades fisiológicas y con ello sobreviene la fase de agotamiento, en la cual el sujeto suele sucumbir ante las demandas, pues se reducen al mínimo sus capacidades de adaptación e interrelación con el medio. 

El estrés prolongado va dejando cicatrices bioquímicas indelebles que nos predisponen a las enfermedades infecciosas, el envejecimiento y la muerte. La actuación del estrés sobre el individuo favorecerá la presencia de ciertas patologías, entre las que están las enfermedades psicosomáticas, caracterizadas por la existencia de alteraciones orgánicas comprobables y donde aparecen los factores psicológicos estresantes, que desempeñan un papel importante en la causalidad del proceso.

 Si estas situaciones de estrés se dan en el plano laboral, según plantea Slipak (1996), (como la inseguridad, la competencia, la búsqueda de eficacia), nos encontramos, algunas veces, con que no podemos luchar contra el gasto energético que produce el estrés ni tampoco responder con la huida (escapar del estrés). 

 La huida en el ámbito laboral es el ausentismo, que junto con las enfermedades ocupacionales y los accidentes laborales son el índice de la repercusión del estrés organizacional sobre los trabajadores. La imposibilidad de modificar el estresor lleva a menudo a salidas como, por ejemplo, el cigarrillo, el alcohol, los psicofármacos, las drogas, la obesidad, que terminan agravando el estrés y sumando factores de riesgo para la salud. 

 Por otro lado, la definición de estrés como respuesta, hace referencia al estado de estrés, es decir, el individuo como dispuesto a reaccionar ante el estrés. 

Mason (1971, c.p. González de Rivera, 1989), plantea que la activación de la corteza suprarrenal es secundaria a la reacción psicológica del sujeto frente a un estímulo desagradable y no necesariamente al estímulo en sí. De manera que los factores emocionales son importantes en la respuesta al estrés; es decir, la interpretación de un estímulo como nocivo es lo que determina la activación del eje simpático-medulo-adrenal y del eje hipofiso-cortico-adrenal. 

 Los trabajos de Seguin (1950) y Poledrata (1976), citados por González de Rivera (1989), demostraron que la resistencia a las experiencias desestabilizadoras depende de un factor genético y de un factor adquirido, el primero está íntimamente ligado a la constitución del individuo. El factor adquirido se formaría en las experiencias tempranas del individuo con el medio y la madre. En los primeros meses de vida, la madre y el niño funcionan como una unidad, y aquí se irán “troquelando” las potencialidades definitivas del niño que se desarrollan hasta su total maduración. Las relaciones tempranas satisfactorias permiten la creación de una resistencia especial a la adversidad y las enfermedades. 

 Lazarus y Folkman (1986), por su parte, plantean que el estrés es el resultado de la relación entre el sujeto y el entorno, el cual es evaluado como amenazante o desbordante de los recursos y que pone en peligro el bienestar del individuo. Una determinada relación individuo-ambiente será estresante o no según la evaluación cognoscitiva que haga el sujeto. En esta evaluación entrará en juego los valores, experiencias, personalidad, situación social, el grado de objetividad y subjetividad del individuo para percibir o atribuir como amenazante una determinada situación y reaccionar con todas las respuestas psicobiológicas con que cuenta la persona. Esta respuesta lleva a una serie de cambios físicos, biológicos y hormonales. 

Vargas, Oviedo y Trujillo, (2002), plantean que existe una relación entre el estrés y el deterioro de alguno de los componentes del sistema psiconeuroinmunológico. El que alguno de estos sistemas sea afectado por x causa repercute negativamente en los otros sistemas, generándose alguna patología que puede asociarse al daño de algún órgano perteneciente a uno de los sistemas. La activación noradrenérgica y simpático-adrenérgica-médulo-suprarrenal son procesos biológicos, que preparan a la persona para afrontar las situaciones percibidas como amenazantes por medio de acciones que persiguen suprimirlas o reducir la activación biológica que provocan. Estas acciones se producen sobre el entorno para modificarlo y adquirir la cognición de control sobre él. Esto permite suprimir la activación neuroendocrina y mantener el predominio funcional del sistema activador de la acción o de recompensa, sustentador de las conductas consumatorias y de los estados emocionales gratificantes. Si estas acciones no permiten obtener el control de la situación, no se suprime la cognición de amenaza y se producen, por lo general, emociones desagradables (ira, cólera, desesperanza, abatimiento). (Vargas y cols., 2002) 

 Estos procesos biológicos son los encargados de mantener el medio interno de las personas en estado uniforme (homeostasis) y de facilitar las respuestas de lucha o huida (de distinto significado emocional). La noradrenalina se ha usado como indicador bioquímico de la capacidad adaptativa, sus concentraciones fluctúan según la percepción que se tenga de la situación y de los recursos para afrontarla. Su disponibilidad parece incrementarse en caso de estrés agudo o crónico, en los estados de cólera y agresividad, en caso de interacción social difícil y en situaciones de alto riesgo. La adrenalina se ha considerado el indicador bioquímico de la actividad emocional del sujeto. Se incrementa en el estrés y en los estados de ansiedad, impredictibilidad e incertidumbre. La interacción compleja de todas estas estructuras podría determinar las alteraciones en el procesamiento emocional y cognitivo de los recuerdos traumáticos. 

 El estrés, bien sea estudiado como estímulo, respuesta o relacional, se emplea para explicar algunos cambios en la salud y calidad de vida de las personas en distintos ámbitos en los cuales se desenvuelven los seres humanos: familiar, universitario, laboral, etc. En este trabajo se analizará sólo el estrés laboral. 

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

    González de Rivera. (1989). Factores de Estrés y Enfermedad. Psiquis. Recuperado el 19 de enero del 2002 de la World Wide Web: http://WWW.sepsiquiatria.org/manual/guia.htm. 
Lazarus, R. y Folkman, S. (1986). Estrés y Procesos Cognitivos. Madrid. Editorial Martinez Roca. Rodriguez, J. (1995). Psicología Social de la Salud. Madrid. Editorial Síntesis. 

Selye, H. (1975). Tensión Sin Agustia. Madrid. Guadarrama. 

 Serrano-García y Bravo I. (1992). Factores Psicosociales y Organizacionales en la Prevención de Enfermedad y la Promoción de la Salud. Ponencia presentada en el Seminario de Psicología Comunitaria y Salud en Venezuela. Universidad Central de Venezuela. 

Slipak, O. (1996). Estrés Laboral. Alcmeon, Revista Argentina de Clínica Neuroopsiquitrtica. Vol 4. Recuperado el 19 de enero del 2002 de la World Wide Web: http://WWW.Alcmeon.com.Ar/contacto.htm. 

Vargas, C., Pecino, E. Oviedo, Mendoza, H. (2002), Estrés, Factores Psicosociales y Sistema Inmune. Recuperado el 15 de agosto del 2002 de la World Wide Web: http://WWW.Psiquiatria.com